A veces, al mirarnos al espejo, notamos nuestra piel apagada, de aspecto un poco enfermizo y sin brillo. Es muy posible que nos esté pidiendo a gritos una limpieza facial para eliminar las impurezas y suciedad acumulada, y recuperar el aspecto de buena cara.
La acumulación de impurezas, tanto las que son propias de la piel como las que nos rodean en ambientes de polución y contaminación, provoca, además, envejecimiento prematuro.
Son diferentes los factores que influirán en la frecuencia con la que debemos realizarnos una limpieza facial profesional, atendiendo fundamentalmente a nuestro tipo de piel. Las pieles grasas son más tendentes a los puntos negros y necesitarán un mayor número de limpiezas profundas, así como las pieles deshidratadas. Para algunas personas la recomendación puede ser de una vez por semana, mientras para otras es suficiente con una vez al mes o incluso más espaciadas.
Naturalmente, el primer paso para mantener la salud de la dermis es la rutina de limpieza diaria en casa. A partir de aquí, la limpieza profesional tradicionalmente ha consistido en la aplicación de vapor para abrir los poros, de manera que se dilataran lo suficiente para realizar una extracción manual de puntos negros e impurezas. Normalmente, tras este proceso, se suele aplicar una mascarilla para equilibrar la piel.
Los efectos secundarios de este tipo de limpieza incluyen un cierto enrojecimiento y, a veces, ligera hinchazón. Para algunas usuarias el proceso puede resultar un tanto desagradable, mientras para otras el efecto es relajante.
Limpieza facial con ultrasonidos
Entre las opciones de técnicas de higiene facial menos agresivas, podemos optar por el tratamiento de limpieza para el cutis con ultrasonidos.
Esta limpieza profesional profunda consiste en la aplicación de ultrasonidos y vibraciones ligeras sobre la piel, a través de una espátula de acero quirúrgico, lo que favorece una eliminación de puntos negros y grasa altamente eficaz, provocando una ligera exfoliación.
La espátula se desliza suavemente sobre la piel húmeda, permitiendo una limpieza mucho más profunda que con las técnicas tradicionales.
Tras desmaquillar el rostro, se aplica una solución acuosa por toda la piel a tratar. A continuación notaremos el movimiento de la espátula por la cara, ejerciendo leve presión. La vibración es ligera y en absoluto resulta molesta. Generalmente es necesario insistir más en zonas propensas a la acumulación de impurezas, como las aletas de la nariz y la barbilla. La profesional irá eliminando las impurezas con un algodón a medida que son extraídas.
Unido al efecto limpiador, el tratamiento con ultrasonidos produce un calor interno que ayuda a aumentar la producción de colágeno, regenerando la piel, por lo que tras la limpieza podemos notar un cierto efecto tensor, contribuyendo a difuminar los primeros signos de la edad. De inmediato notaremos un cutis más luminoso, suave y unificado.
Tras la limpieza se aplicará una mascarilla facial que diferirá según el tipo de piel y sus condiciones particulares. Tras la retirada de la mascarilla, suelen emplearse diversos productos cosméticos según el caso, tales como tónicos, serums o cremas hidratantes. Las manos expertas suelen hacer de la aplicación de estos pasos un masaje facial muy relajante y placentero.
La limpieza con ultrasonidos es ideal para pieles grasas, así como para pieles sensibles, ya que minimiza los efectos secundarios y es completamente indolora.
En resumen, la limpieza facial con ultrasonidos se está convirtiendo en un tratamiento facial de primera opción, dadas todas las ventajas señaladas, y siempre debe ser realizado en centros de estética profesional de confianza.